حضارة قرطاجية ( Estado púnico )

El Estado púnico, también conocido como Imperio cartaginés (púnico: 𐤒𐤓𐤕𐤟𐤇𐤃𐤔𐤕, pronunciación reconstruida *Qart-Ḥadašt, lit. "Ciudad nueva"; latín: Carthāgō),[2]​ fue una civilización de la Antigüedad clásica que englobaba la ciudad de Cartago y sus territorios dependientes, focalizado en la actual Túnez, y que se expandía desde el norte de África hasta el sur de la Europa meridional. Fundada alrededor del año 814 a. C. como una colonia de Tiro, fue una de las ciudades más ricas y poderosas de la antigüedad y centro de un importante imperio comercial y marítimo que dominó el Mediterráneo occidental hasta la mitad del siglo III a. C. Su idioma, cultura (literatura, arte) y religión provinieron de los fenicios.

La ciudad de Cartago, fundada alrededor del 814 a. de C., fue inicialmente una colonia fenicia (la palabra latina pūnĭcus ‘púnico’ significaba "fenicio", término que deriva del latín arcaico *poinikos y a su vez del griego Φοίνικες, phoínikes) que, tras la decadencia de su metrópoli (Tiro –incorporada al Imperio neobabilónico en el 573 a. C.–), se independizó y desarrolló una alianza o liga con otras ciudades púnicas del Mediterráneo occidental basada en la hegemonía de Cartago, la cual finalmente terminó integrando estas ciudades a sus dominios. Los cartaginenses se habrían denominado a sí mismos 𐤊𐤍𐤏𐤍𐤉, kenaʿani, (palabra emparentada con el término canaaneos). Su forma de Estado evolucionó desde una tiranía con ciertas características monárquicas, hasta un sistema plenamente republicano.[3][4]​ La extensión territorial de sus dominios formaron lo que se conoce como el Imperio púnico o cartaginés.

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El Estado púnico, también conocido como Imperio cartaginés (púnico: 𐤒𐤓𐤕𐤟𐤇𐤃𐤔𐤕, pronunciación reconstruida *Qart-Ḥadašt, lit. "Ciudad nueva"; latín: Carthāgō),[2]​ fue una civilización de la Antigüedad clásica que englobaba la ciudad de Cartago y sus territorios dependientes, focalizado en la actual Túnez, y que se expandía desde el norte de África hasta el sur de la Europa meridional. Fundada alrededor del año 814 a. C. como una colonia de Tiro, fue una de las ciudades más ricas y poderosas de la antigüedad y centro de un importante imperio comercial y marítimo que dominó el Mediterráneo occidental hasta la mitad del siglo III a. C. Su idioma, cultura (literatura, arte) y religión provinieron de los fenicios.

La ciudad de Cartago, fundada alrededor del 814 a. de C., fue inicialmente una colonia fenicia (la palabra latina pūnĭcus ‘púnico’ significaba "fenicio", término que deriva del latín arcaico *poinikos y a su vez del griego Φοίνικες, phoínikes) que, tras la decadencia de su metrópoli (Tiro –incorporada al Imperio neobabilónico en el 573 a. C.–), se independizó y desarrolló una alianza o liga con otras ciudades púnicas del Mediterráneo occidental basada en la hegemonía de Cartago, la cual finalmente terminó integrando estas ciudades a sus dominios. Los cartaginenses se habrían denominado a sí mismos 𐤊𐤍𐤏𐤍𐤉, kenaʿani, (palabra emparentada con el término canaaneos). Su forma de Estado evolucionó desde una tiranía con ciertas características monárquicas, hasta un sistema plenamente republicano.[3][4]​ La extensión territorial de sus dominios formaron lo que se conoce como el Imperio púnico o cartaginés.

En sus inicios su territorio comprendía únicamente la ciudad y una pequeña área a su alrededor, lo que obligó a los cartagineses a especializarse en el comercio marítimo para asegurarse las materias y recursos necesarios para la subsistencia. A partir del siglo VI a. C., los cartagineses fueron ocupando gradualmente la región que hoy identificaríamos con Túnez, que constituiría el corazón de la nación. Partiendo de esta área, que se suele denominar metropolitana, se expandieron para crear entre los siglos V y III a. C. un gran imperio mercantil. En su expansión absorbieron las factorías y ciudades fundadas por los fenicios y establecieron otras nuevas en Hispania, Sicilia, Cerdeña, Ibiza y en el norte de África, consolidando además su poder sobre las regiones de Numidia y Mauritania. Para el año 300 a. de C., a través de su vasto mosaico de colonias, estados vasallos y estados satélites, Cartago controlaba el territorio más grande de la región, incluyendo la costa del noroeste de África, el sur de Iberia (España, Portugal y Gibraltar) y las islas de Sicilia, Cerdeña, Córcega, Malta y el archipiélago balear.[5]

Entre las ciudades más grandes y ricas del mundo antiguo, la estratégica ubicación de Cartago permitía el acceso a abundantes tierras fértiles y a importantes rutas comerciales marítimas. Su extensa red mercantil llegaba hasta Asia Occidental, África Occidental y el norte de Europa, brindándole un complejo conjunto de mercancías provenientes de todo el mundo antiguo, además de lucrativas exportaciones de productos agrícolas y bienes manufacturados. Este imperio comercial era protegido por una de las mayores y más poderosas armadas del Mediterráneo antiguo, y por un ejército compuesto en gran medida por mercenarios y personal de apoyo extranjeros, especialmente íberos, baleáricos, galos celtas, sicilianos, italianos, griegos, númidas y libios.

Como el poder dominante en el Mediterráneo occidental, Cartago inevitablemente entró en conflicto con vecinos y rivales, desde los nativos bereberes del norte de África hasta la naciente República romana.[6]​ Su crecimiento territorial y comercial causó por todo el Mediterráneo diversas guerras con las polis griegas. En esta época Cartago alcanzó su apogeo como la primera potencia económica y militar del Mediterráneo occidental. Tras siglos de conflicto con los Griegos Sicilianos, a finales del siglo III a. C. entró en contacto con la otra gran república de su tiempo, Roma, la cual también estaba inmersa en un gran proyecto de crecimiento territorial. Las aspiraciones opuestas de ambas repúblicas provocaron el odio y una gran rivalidad entre ambos pueblos. Su enfrentamiento se materializó en tres conflictos, las guerras púnicas, que son consideradas como las más trascendentes de la Antigüedad clásica. Cartago resultó derrotada en cada guerra y los enfrentamientos no cesaron hasta el desmantelamiento de la República de Cartago y la destrucción de su capital en el 146 a. C.[7][8]

A pesar del carácter cosmopolita de su imperio, la cultura y la identidad de Cartago siguieron arraigadas en su herencia fenicio-cananea, aunque en una variedad localizada conocida como púnica. Al igual que otros pueblos fenicios, su sociedad era urbana, comercial y orientada a la navegación marítima y el comercio; esto se ve reflejado en parte en sus innovaciones más famosas, entre ellas la producción en serie, el vidrio transparente, el trillo y los puertos llamados cothones. Los cartagineses eran famosos por su destreza comercial, sus ambiciosas exploraciones y su singular sistema de gobierno, que combinaba elementos de las democracias, la oligarquía y el republicanismo, incluyendo ejemplos modernos de controles y equilibrios.

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