Санкт-Петербург

( San Petersburgo )

San Petersburgo (en ruso: Санкт-Петербург, Sankt-Peterburg), anteriormente conocida como Leningrado (Ленинград) y Petrogrado (Петроград), coloquialmente Piter (Питер, ), es una ciudad rusa situada sobre la desembocadura del río Nevá en el golfo de Finlandia. Con 5 383 890 habitantes (2019) es la segunda ciudad más poblada e importante del país, solo superada por la capital, Moscú. Se la conoce también como la «Venecia del Norte», por sus numerosos canales. Es considerada una de las capitales más bellas de Europa, y una de las capitales culturales de Europa y del mundo (ópera, ballet, música, museos, Academia Imperial de las Artes...).

Fue fundada por el zar Pedro el Grande el 27 de mayo de 1703 con la intención de convertirla...Leer más

San Petersburgo (en ruso: Санкт-Петербург, Sankt-Peterburg), anteriormente conocida como Leningrado (Ленинград) y Petrogrado (Петроград), coloquialmente Piter (Питер, ), es una ciudad rusa situada sobre la desembocadura del río Nevá en el golfo de Finlandia. Con 5 383 890 habitantes (2019) es la segunda ciudad más poblada e importante del país, solo superada por la capital, Moscú. Se la conoce también como la «Venecia del Norte», por sus numerosos canales. Es considerada una de las capitales más bellas de Europa, y una de las capitales culturales de Europa y del mundo (ópera, ballet, música, museos, Academia Imperial de las Artes...).

Fue fundada por el zar Pedro el Grande el 27 de mayo de 1703 con la intención de convertirla en la «ventana de Rusia hacia el mundo occidental».[2]​ A partir de entonces se convirtió en capital del Imperio ruso durante más de doscientos años. Cuando estalló la Revolución rusa, la ciudad fue el centro de la rebelión. En marzo de 1918 la capital fue trasladada a Moscú. En enero de 1924, tras la victoria bolchevique, la creación de la Unión Soviética (1922) y el fallecimiento de Lenin (1924), San Petersburgo (en ese entonces llamada Petrogrado) cambió su nombre a Leningrado, en honor al dirigente comunista Lenin. Durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar el sitio de Leningrado, que duró 29 meses, en los cuales los alemanes bombardearon constantemente la ciudad y la bloquearon para que no pudiera abastecerse. Tras la derrota de Alemania en 1945, la ciudad fue nombrada Ciudad heroica por las autoridades soviéticas. Al desaparecer la URSS, con el consiguiente colapso del comunismo, la ciudad se renombró San Petersburgo y se ha convertido en un importante centro económico y político de la actual Rusia.

San Petersburgo es hoy en día la segunda ciudad más grande de la Federación Rusa y una de las más grandes de Europa. El centro de la ciudad y otros monumentos de sus alrededores son considerados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1990.[3]​ San Petersburgo es, además, sede de la Corte Constitucional de Rusia.

San Petersburgo fue sede del Campeonato Mundial de Fútbol-2018 y de la Eurocopa 2020.

 "El Caballero de Bronce" (monumento a Pedro el Grande)

Fue fundada por el zar Pedro el Grande el 16 (27) de mayo de 1703 con el propósito de deslocalizar la capital ubicada en Moscú, y de hecho fue capital de Rusia de 1712 a 1918. Por ello y por su ubicación geográfica se le dio el sobrenombre de "la ventana a Europa". Pedro había vivido y estudiado en los Países Bajos durante algún tiempo, por eso decidió bautizar su nueva ciudad con un nombre derivado del neerlandés: Sint Pietersburg (Sankt Piterburj); pero pronto se germanizó a Sankt Petersburg.

En la misma desembocadura del río Nevá, los suecos tenían anteriormente una fortaleza llamada Nyenschantz (Nevanlinna en finés) y un arrabal llamado Nyen. Todo el entorno geográfico de la desembocadura del Nevá estaba ocupado por marismas antes de que se construyese la ciudad.

A finales del siglo XVII, Rusia veía estancado su crecimiento económico por no tener salida al mar. El sueño del joven zar, Pedro el Grande, era corregir la situación abriendo una “ventana a Europa”. Dado que no podía hacerlo por el sur, pues el Imperio otomano impedía el acceso al mar Negro, apuntó en dirección contraria, a un territorio de Suecia cercano al Báltico. A fin de materializar sus aspiraciones, en agosto de 1700 declaró la guerra a los suecos, Guerra del Norte, quienes al principio lograron repeler sus ataques. Pero él no se dio por vencido, y en octubre de 1702 los hizo retirarse del Ládoga, el mayor lago de Europa, que está unido por el Nevá al Báltico, del cual dista unos 60 kilómetros. Aunque los suecos se atrincheraron en la fortaleza insular de Nóteburg, cerca del punto donde el río sale del lago, Pedro logró tomar aquella plaza militar y le cambió el nombre a Shlissel’burg (ciudad clave).

 San Petersburgo fue, durante muchos años, capital del Imperio ruso.

Posteriormente, una guarnición sueca defendió el fortín de Nienshants, cerca de la desembocadura del Nevá. Rusia la derrotó el 26 de abril de 1703 y asumió el dominio de todo el delta. Sin demora, Pedro comenzó a construir una ciudadela en la cercana isla Záyachi (de las liebres) para controlar la boca del río. Así, el 16 de mayo de 1703, hace poco más de tres siglos, puso la primera piedra de lo que hoy se conoce como la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. Esta es la fecha aceptada de la fundación de San Petersburgo, llamada así en honor del apóstol Pedro, santo patrón del zar.

La construcción de la ciudad bajo condiciones climáticas adversas produjo una intensa mortalidad entre los trabajadores y requirió un continuo aporte de nuevos obreros. Dado que aquella zona estaba muy poco poblada, Pedro el Grande utilizó su prerrogativa de zar para atraer forzosamente a siervos trabajadores de todas las partes del país. Una cuota anual de 40 000 siervos llegaba a la ciudad equipados con sus herramientas y sus propios suministros de comida. Habitualmente recorrían cientos de kilómetros a pie en filas, escoltados por guardas que, para evitar las deserciones, no dudaban en usar la violencia física. Como consecuencia de su exposición al clima, las deficientes condiciones higiénicas y las enfermedades, la mortalidad durante estos primeros años fue muy elevada, llegando a perecer año tras año hasta el 50 % de los trabajadores que llegaban.

Dado que la construcción de la ciudad se inició en tiempos de guerra, el primer edificio nuevo de la ciudad fue un fuerte militar que se llamaría fortaleza de San Pedro y San Pablo y que se levanta aún sobre la isla Záyachi en la ribera derecha del río Nevá. Los diseñadores de la nueva fortaleza eran ingenieros alemanes invitados por el propio Zar, pero la mayor parte de la mano de obra la pusieron los siervos rusos también para las labores de drenaje de los alrededores del río y los palacios y otros edificios de piedra de las afueras (...). Era la ciudad más artificial del mundo, diseñada para convertirse en la capital de Rusia. Podríamos hacer una comparación con Brasilia (Brasil), planeada para un propósito similar pero en otra época y en otro estilo. Otra ciudad con relativo paralelismo es Venecia, en la cual se inspiró asimismo el zar Pedro, que prohibió los puentes permanentes sobre el Nevá para que se asemejase al Gran Canal y fomentó la construcción de canales en las calles siguiendo el patrón de Ámsterdam.

El desarrollo de una capital  Arquitectos franceses, alemanes e italianos colaboraron con colegas rusos de gran talento para producir “uno de los núcleos urbanos más espléndidos y armoniosos de Europa”.

Pese a los inconvenientes de su ubicación en el lejano norte —en la misma latitud que hoy ocupa Anchorage (Alaska)—, el zar siguió adelante con su empresa. Trajo la madera de la región del Ládoga y de Nóvgorod. Las piedras para las edificaciones las obtuvo de diversos modos. Uno de ellos fue estipular que todo ruso que introdujera productos comerciales en la localidad aportara unas cuantas a modo de cuota. Además, prohibió hacer viviendas de este material, primero en Moscú y luego en el resto de su imperio, lo que indujo a los albañiles desempleados a mudarse a la nueva población.

Según la Bolshaya Soviétskaya Entsiklopedia (la Gran Enciclopedia Soviética), los trabajos marcharon “a un ritmo vertiginoso para la época”. No tardaron en aparecer canales de drenaje, pilotes, calles, casas, iglesias, hospitales y oficinas del gobierno. El mismo año de la fundación se iniciaron las obras de un astillero, conocido como el Almirantazgo, que llegaría a ser el cuartel general de la armada rusa.

 Fortaleza de San Pedro y San Pablo.

En 1710, se comenzó el Palacio de Verano, residencia estival de los zares. En 1712, la capitalidad pasó de Moscú a San Petersburgo, y con ella muchas dependencias oficiales. Como fue el caso del traslado de la Casa de la Moneda de Moscú a San Petersburgo en 1724. El primer palacio de piedra, construido en 1714 y aún en pie, tenía por ocupante a Aleksandr Ménshikov, primer gobernador de la zona. Aquel mismo año se colocaron en la Fortaleza de Pedro y Pablo los cimientos de la catedral de igual nombre, cuya imponente aguja dorada se distingue en la silueta urbana. También se erigió a orillas del Nevá el Palacio de Invierno, que fue reedificado en diversas ocasiones. Más tarde se levantó en su lugar el actual, que cuenta con unas mil cien habitaciones y que hoy forma parte de un céntrico museo estatal, el famosísimo Hermitage.

En su primer decenio de existencia, San Petersburgo registró un asombroso crecimiento, hasta el punto de estimarse en 34 500 el número de edificios existentes en 1714. Siguieron añadiéndose palacios e inmensas construcciones, muchas de las cuales demuestran el gran influjo de la religión en la historia de Rusia.

Entre ellas figura la catedral de Kazán, con su columnata frontal en semicírculo. Su imponente presencia contribuye a que la arteria más famosa de la ciudad, la avenida Nevski, sea considerada una de las más grandiosas avenidas del mundo. De fecha posterior es la catedral de San Isaac, edificada sobre 24 000 pilotes hundidos en suelo pantanoso y que ostenta una enorme cúpula revestida de 100 kilos de oro puro.

La arquitectura avanzó igualmente a pasos agigantados en el extrarradio. Así, en 1714 se empezó a edificar una residencia para el zar, el palacio Peterhof, en Peterhof (hoy Petrodvoréts). Al mismo tiempo, en la cercana localidad de Tsárskoye Seló (hoy Pushkin) se construía el suntuoso palacio de Catalina, la emperatriz Catalina I de Rusia. En la segunda mitad del siglo XVIII se concluyeron otras dos lujosas mansiones en las afueras: Pávlovsk y Gátchina.

Realzaban la belleza de la nueva capital los centenares de puentes que cruzaban los brazos fluviales y los múltiples canales, por los que se ha ganado el apelativo de “Venecia del norte”. Arquitectos franceses, alemanes e italianos colaboraron con colegas rusos de gran talento para producir “uno de los núcleos urbanos más espléndidos y armoniosos de Europa” (Encyclopædia Britannica).

Siglos XIX y XX

La abolición de la servidumbre en 1861 por el zar Alejandro II de Rusia provocó una fuerte corriente de inmigrantes pobres provenientes de todas las regiones del país. La mano de obra barata permitió un intenso incremento de la industria en la segunda mitad del siglo XIX y San Petersburgo llegó a ser uno de los ejes industriales más grandes de Europa. En consecuencia, surgieron a su vez los movimientos obreros radicales.

 La Revolución rusa de 1917 comenzó en San Petersburgo cuando los bolcheviques tomaron el palacio de Invierno.

La revolución de 1905 tras la derrota en la guerra ruso-japonesa comenzó en San Petersburgo y se extendió rápidamente por otras provincias. Como consecuencia el zar Nicolás II autorizó la creación del primer parlamento ruso o Duma.

Durante la Primera Guerra Mundial se decidió que San Petersburgo era un nombre demasiado germánico para la ciudad, por lo que se cambió por el de Petrogrado el 31 de agosto de 1914.

En 1917, San Petersburgo vio los primeros movimientos de la Revolución rusa. En primer lugar, se destituyó al zar Nicolás II del trono y se instaló en la ciudad el Gobierno provisional. En octubre, una segunda fase de la revolución hizo que el poder pasase a los sóviets y se formó el primer gobierno soviético de bolcheviques y socialistas revolucionarios (SR) de izquierda, el Sovnarkom. El líder bolchevique, Lenin, decidió trasladar la sede del gobierno de San Petersburgo a Moscú, por estar más alejada de los frentes de la Guerra Mundial y de los núcleos antirrevolucionarios. Moscú se convirtió en capital desde entonces hasta el día de hoy.

Al morir Lenin en 1924, San Petersburgo tomó el nombre de Leningrado en su honor. La pérdida de la capitalidad trajo un descenso poblacional a la ciudad, que se redujo a un tercio de lo que era en 1915.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Leningrado fue sitiada por las fuerzas armadas de la Alemania nazi (Wehrmacht) desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944, un total de 29 meses.[1][2]​ Por orden de Adolf Hitler, la ciudad era constantemente bombardeada y sistemáticamente privada de sus suministros.[3]​ Se calcula que este asedio produjo la muerte de más de 1 500 000 personas, de las cuales cerca de 1 000 000 eran civiles.[4]​ El 1 de mayo de 1945 (oficialmente el 8 de mayo de 1945) le fue otorgado a la ciudad el título de Ciudad Heroica.[3]

Tras la guerra, la ciudad sufrió la época de las purgas de los dirigentes soviéticos (véase Caso de Leningrado).

Antes de la disolución de la Unión Soviética el 12 de junio de 1991, el 54  % de la población decidió restaurar el antiguo nombre de la ciudad, los de 39 calles emblemáticas y los de seis puentes. Tres meses después también se recuperó el escudo concedido a la ciudad por la emperatriz Catalina la Grande en 1780.

The Siege of Leningrad, 1941 – 1944 Walzer, Michael (1977). Just and Unjust Wars. p. 160. ISBN 978-0465037070. «Más civiles murieron por hambre en Leningrado que en los infiernos de Hamburgo, Dresden, Tokio, Hiroshima, y Nagasaki, juntos. »  a b The Siege of Leningrad 1941 - 1944 Museo Diffuso Torino, El asedio de Leningrado Archivado el 20 de enero de 2012 en Wayback Machine.
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